jueves, 12 de diciembre de 2013

Un relato recordado 20 años después

Recuerdo que en 1994 cuando cursaba el Cuarto Bachillerato, el Hno. Mediavilla nos contó una pequeña historia en la que un náufrago logró llegar a orillas de una isla desierta y por alguna razón sin mucha sombra.
Para evitar ser presa del hiriente sol de la playa, cada día se introducía en el mar y así salvaguardarse de los potentes rayos del sol.
Así pasaron muchos años hasta que por alguna razón un marinero desembarco en esta isla y por cuestiones del destino náufrago y marino se encontraron frente a frente.
Con una barba larga, producto del abandono del tiempo, el náufrago rápidamente se dio cuenta que el marino no precisamente desbordaría valentía y en efecto el explorador de la mar rápidamente salió corriendo hacia su barca.
Con un agilidad mental digna de un aventurero el náufrago comenzó a perseguirlo y recitar el Padre Nuestro con lo que pretendía que el marino se diera cuenta que no era ningún diablo energúmeno de barba andrajosa y piel bronceada.
Esa escena se me quedó grabada por mucho tiempo y con el avance de internet traté de encontrar esta historia.  Algunas noches hilaba recuerdos y trataba de recordar de que libro lo extrajo el recordado hermano marista.
Si mal no estoy era el libro de Robinson Crusoe o las Tradiciones Peruanas.

Ayer encontré el libro de Robinson Crusoe, de Daniel Defoe, y comienzo mi aventura de descubrir si era ese de donde se extrajo esta anécdota.
Si no es ese me lanzaré hacia las Tradiciones Peruanas.
¿Y si no es ese? Bueno, me disfrutaré el camino y la lectura.
 
 

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