Marcel tuvo una mezcla de sentimientos al leer la primera plana de El Heraldo, de México. Horror, incredulidad y tristeza fueron los ingredientes que empañaron esa mañana de 1938. La Segunda Guerra Mundial había estallado desde hacía algún tiempo pero la invasión de Francia por parte de los alemanes motivó al joven de 16 a preguntarse ¿qué debo hacer por la patria de mis padres?
Con sólo 16 años deseó enlistarse al Ejército de Liberación, el cuál se estaba formando en América. El joven franco-mexicano tuvo que esperar dos años para formar parte de la Legión Extranjera, que partía hacia Inglaterra para luego recuperar Francia entrando por Saint-Tropez.
Claro, tenía miedo. Pero su dominio del inglés y el francés no le provocaba temor para embarcarse en tan singular aventura. Lo que no previó al llegar a la isla del Reino Unido con las tropas fue que desembarcaron en Escocia, un país en donde no precisamente se hablaba inglés… sino escocés.
¿Quién más para relatar lo que sucedió en los años siguientes? Durante cuatro años Marcel Ruff junto a sus compañeros en el Ejército de Liberación dispuso de mapa de tela, el libro de apuntes –en donde apuntaba todas las claves Morsé- y su promeso de devolverla a Francia su orgullo patrio.
Todo el tiempo Marcel y sus superiores tuvieron la constante disyuntiva: ¿cuál es nuestra prioridad? ¿Combustible, municiones o comida? “La comida” expresará nuestro lector que acomodado en su sillón justificará que nada es posible si las tropas no están alimentadas. La prioridad, según Marcel no fue la comida sino el combustible, pues sin ese líquido motor no hubiera sido posible avanzar e incluso movilizarse para no ser blanco del enemigo. Recuerde que una tropa estancada es una tropa vulnerable. ¿Y la comida? Los franceses tenían la certeza que sus soldados y su pueblo sabrían compartir un pedazo de pan.
Estas anécdotas salieron a luz luego que sus objetos personales, documentos y periódicos de la época fueron expuestos en la Galería de Arte, de la Alianza Francesa. Su certificado de asignación como teniente, firmado por el presidente Charles de Gaulle; las placas de identificación y diversas fotos captadas durante su alistamiento voluntario recordaba esa época pasada cuando las balas y los cascos nazis contaminaban París.
Esa París que en 1944 estuvo a punto de perder su Torre Eiffel, los Campos Elíseos y cuanto monumento fuera bombardeado a causa de la locura de un desahuciado Hitler, pero que sus subordinados con total inteligencia rechazaron tal orden y nunca la ejecutaron.
Esta semana me reuní con Marcel Ruff, un veterano de guerra, quien al término de la entrevista, luego de explicarme que donó todos estos documentos históricos al Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos – CEMCA- para compartirlas con las futuras generaciones, me confesó:
“Lo único que deseo es que no existan más guerras, así evitaríamos más muertes de jóvenes. Jóvenes que podrían haber hecho más por su país trabajando que matando a sus vecinos.”
Tarea No.4 del Curso de Lenguaje.
Mayo 2012
2 comentarios:
Excelente anécdota. Pero, ¿mayo 2010?
Jajaja. de veras.
Arreglado. Mayo 2012.
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